Por Gabriel Rodríguez
Mientras que, Xóchitl Gálvez se pinchaba el pulgar para inscribir con tinta sangre del corazón que, de llegar a la presidencia conservaría los programas universales para adultos mayores, a 500 kilómetros de ahí la científica, Claudia Sheinbaum atiborraba el Zócalo, copeteado -dijeron medios leales- por las avenidas 5 de Mayo, 20 de Noviembre, Correos y Donceles para dar inicio a su campaña por la silla de oro que este 30 de septiembre abandona su preceptor.
Hay una larga valla por la cual atraviesa la candidata oficial, quien se toma una y otra selfie con sus adeptos, rodeada en medio de vítores y lonas, para que se instale el segundo piso de la Cuarta Transformación en el país.
Una vez sobre el templete, ataviada con una blusa de motivos indígenas púrpuras, a la usanza de las tehuanas, cuando Xóchilt, ya optó por los trajes sastre aseñorados, Sheinbaum lanza alrededor de 100 promesas de campaña para continuar adelante con el proyecto político cuatroteísta, que -acaso intuye- defenderá, también, con tinta sangre del corazón.
Pero sus facciones vuelven a ser rígidas, sonríe poco, con dificultades, y luce como paralizada por los corsets que le ha impuesto la verticalidad propia en el obedecimiento ciego a todo cuanto desee su alter ego.
Hay en ella un deseo por decir lo que siente de su ronco pecho pero luego se recuerda que debe lealtad absoluta a aquella figura que tiene un preponderante papel patriarcal sobre su persona, en un momento de trágico silencio antes los miles de feminicidios a nivel nacional.
De pronto, rememora que es judía, luego que en la Universidad se declaró atea al asumirse marxista, más tarde usó una falda en la que traía impresa la imagen de la Guadalupana y surge la pregunta de cuál es el traje que usará hoy, este día, en una República policultural y multidiversa.
Muchos se preguntan qué dirá ahora a los medios internacionales, cuando Estados Unidos y Canadá traen en la mira a México a nivel migratorio y a consecuencia del tráfico por fentanilo.
Quienes estuvieron en los alrededores del Zócalo señalaron que el lleno de multitudes iba desde esa plancha monumental hasta 5 kilómetros de ahí y no faltó quien informara que los gentíos salían hasta por los rumbos de Tacuba y Texcoco.
Los muy mal pensados aseguraron que hubo miles de acarreados.
Curioso es que, esta ocasión, no sea un Tlatoani el que vaya a gobernar ese imperio tenochca sino su elegida, la ungida por el bastón de mando quien llevaría adelante las necesidades de reproducir paso a paso las medidas dictadas por el macuspano.
Su discurso fue extenso, duró alrededor de una hora y 10 minutos, en cambio el de Xóchitl no pasó de los 25 minutos y hubo, entre ambos, una gran diferencia sin descartar que, bajo las mediciones de las últimas encuestas, ella iría cuando menos 17 puntos por encima de la candidata de PRI-PAN y PRD acorde con El Financiero.
Claudia promete que dará más apoyos a estudiantes, les dotará de becas, que habrá un programa de salud mental, se crearán nuevas universidades, la instrumentación del tren México-Guadalajara, diversos proyectos carreteros, polos de desarrollo, fortalecimiento de la banca social, la generación de una república científica, la enseñanza artística en las aulas y la reconstrucción de la paz y el combate a los vapeadores, entre 90 anhelos más.
Pero no dijo nada de los 180 mil muertos de la violencia en el sexenio de López Obrador, de los miles y miles de desaparecidos, de los casi 800 mil muertos por Covid en tiempos de López-Gatell, de cómo -si llega de nuevo Trump a la presidencia de Estados Unidos-, se vería obligada a negociar con él problemas extremos como la importación de armas y el tráfico de migrantes, las exportaciones con fentanilo y muchos más agravantes que a gringos y canadienses tienen muy a disgusto.
Pero, como en el caso de Gálvez Ruiz, tampoco ella misma, en su calidad de doctora en física sabe cómo van a instrumentarse muchos de esos proyectos.
¿Acaso imprimiendo miles y miles más de billetes en medio de una profunda inflación y elevadas tasas de interés? O bien, haciéndonos lo que Chava Flores le dijo a la Bartol «Ahí te dejo esos dos pesos», en el entendido de que el proyecto del presupuesto de egresos para México en 2024 es por 9 billones de pesos y AMLO dejaría así una deuda, sumada a las de sus predecesores, por alrededor de 17 billones de pesos más.
Todo mundo sabe, entre pactos y pactos, signados con tinta sangre del corazón, que ambas habrían ya comenzado a bregar en las procelosas aguas de sus respectivas candidaturas.
No todo está perdido.
A 500 kilómetros de ahí, un hijo de Zacatecas también inició su campaña; sabe que conservará un honroso tercer lugar, que la divina comedia de Dante no da para más pero que, en todo caso, aún quedarían esperanzas como establecer un negocio de licores.